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inUn Manejo con Tecnica

M.V.Z. Bertha Molnar
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El hecho de que usted esté leyendo la página de Perros de México y, concretamente, haya abierto lo correspondiente a Etología me da la idea de que le interesa la convivencia con su perro desde un punto de vista más serio, más profundo. De antemano le agradezco mucho su interés y ahora quiero platicarle que existen técnicas para trabajar correctamente lo concerniente al comportamiento, educación y adiestramiento de su ejemplar.

La Terapia de Comportamiento, es la que se realiza con base a las reglas de condicionamiento operante, lo que se conoce como aprendizaje por ensayo y error, de hecho, todos en algún momento lo hemos utilizado. Pues bien, conociendo este tipo de aprendizaje entenderemos porqué un determinado comportamiento del perro, al cual se le reforzó con un resultado positivo será más probable que lo repita mientras que una acción que le provocó una reacción negativa él tenderá a no volverla a realizar, este comportamiento lo podemos ver perfectamente descrito en la Ley de Thorndike (ley empírica del efecto) la cual, literalmente, dice: “Todo acto que, dentro de una situación determinada, produce satisfacción, tiene más posibilidades de reproducirse sí una situación análoga aparece de nuevo. Inversamente, todo acto que haya producido insatisfacción en una situación determinada tendrá tendencia a desaparecer si esta situación se reproduce ulteriormente”

Es muy importante plantear cual sería el concepto de satisfacción o insatisfacción que se aplica al caso particular de cada perro, ya que no necesariamente tiene que ser lo mismo para todos y mientras a algunos ejemplares les gusta algo, a otros les puede resultar indiferente o hasta negativo. Teniendo en cuenta esta observación, vamos a considerar que lo satisfactorio corresponderá a un refuerzo (positivo o negativo) y que la insatisfacción será lo que corresponde al castigo.

Dentro del comportamiento de nuestro perro existen algunas otras variantes que pueden influir, entre ellas está la Ley de Extinción, la cual consiste en que “todo comportamiento anteriormente reforzado o castigado, pero que no finaliza actualmente con la obtención de la recompensa o la aparición del castigo tiende a perder su condicionamiento”

Si pasamos esta información a la práctica, resulta que muchos de nosotros, incluso de manera empírica, lo hacemos todo el tiempo, tal vez no lo teníamos ubicado con un término definido pero si el perro tenía un comportamiento que nos gustaba, lo premiábamos y si por el contrario, hacía algo que no era lo correcto lo ignorábamos.

Es importante tener presente que cuando premia o castiga a su perro, está aplicando una terapia de comportamiento buscando reforzar o eliminar una determinada conducta pero también puede ser que su perro haga algo positivo y usted lo que hace es ignorarlo y que, sin darse cuenta, le está aplicando la Ley de Extinción, si no conocemos estos principios del aprendizaje podemos, por extinción, anular una conducta positiva que se había logrado establecer. Y por el contrario, si el perro ha cometido una falta y usted lo acaricia o le da un juguete o bocadillo, puede ser que usted no lo relacione con el error cometido por el perro pero a él se le habrá reforzado de inmediato, así que no le extrañe que la conducta se repita.

Existen también lo que son los agentes que regulan los condicionamientos, estos son los refuerzos y castigos. Sabemos que los refuerzos pueden ser positivos o negativos (los que producen satisfacción) mientras que los castigos, obviamente, corresponden al agente que produce insatisfacción.

Veámoslos por separado: Los refuerzos o estímulos reforzadores serán los que se presenten o desaparezcan como respuesta a una acción específica. Lo que se desea con esto es aumentar la posibilidad de que se repita esa respuesta frente a una situación similar. Al irse repitiendo esta respuesta tendremos que como se va estructurando, se va reforzando y con ello obtendremos que vaya aumentando la intensidad y precisión de la misma.

Un refuerzo positivo, cuando se aumenta tanto en cantidad como en calidad, la mayoría de las veces logra que se obtenga un aumento del nivel de buena respuesta por parte del perro. Le planteo un ejemplo: Enseñarle a sentarse al lado de dueño al momento que éste detiene la marcha, cuando el perro lo hace y se le premia, ha recibido un satisfactor y esto hará que cada vez que su propietario haga un alto al caminar, el perro, cada vez más rápido y exacto va a realizar el sentado. Ahora, si la persona intensifica el refuerzo, es muy factible que el perro incremente su respuesta y lo haga aún mejor.

Dentro de los refuerzos positivos podemos encontrar dos tipos: Los primarios y los secundarios. Los primarios son los que están directamente vinculados a las funciones vitales del perro, por eso no es de extrañar que el que más se utilice sea la comida. Aquí podemos encontrar ciertos inconvenientes, como el caso donde el dueño puede exagerar en cantidad o tipo de alimento y provocar trastornos alimenticios, obesidad o malos hábitos alimenticios o bien, que al trabajar con alimento para dar una terapia de comportamiento se presente en el perro la sensación de saciedad y recordemos que si bien el aumento cuantitativo nos podía dar un incremento en su respuesta, al perder motivación por haber satisfecho su apetito ya no sienta el deseo de realizar lo que se le ha ordenado

Los refuerzos secundarios son los que, de entrada, puede ser que a nuestro perro no le significan gran cosa pero que por asociación con un refuerzo primario podemos hacer que se vuelvan muy interesantes. Un refuerzo secundario puede ser la voz misma del propietario, el cual utiliza ciertas palabras, cierto tono de voz, incluso algún silbido específico cuando le esté proporcionando la recompensa a base de alimento. Con este refuerzo secundario se le irá trabajando de manera que asocie el gusto por hacer una acción determinada por el sólo hecho de escuchar su tono de voz, la palabra específica o el silbido característico.

Existen otros refuerzos secundarios como puede ser el juego, siempre será muy conveniente el conocer a nuestro perro y saber cual juego o juguete es su favorito, ya que ello nos dará la oportunidad de contar con un elemento a nuestro favor. Aquí también es importante que no se caiga en la saturación para que el estímulo no pierda su efectividad. Considero que el refuerzo con comida puede ser un elemento valioso para trabajar con el perro, podemos buscar algún tipo de alimento diferente a su dieta habitual para que le resulte especialmente atractivo, darlo en pequeñas cantidades e irlas substituyendo paulatina y aleatoriamente con un refuerzo secundario (voz, sonidos, juguetes o caricias).

Hay una regla más a tomar en cuenta en el trabajo con el comportamiento de su perro, ya que lo esta trabajando con refuerzos positivos, para que no pierdan su efectividad y que el perro no los olvide y es la regla del “refuerzo intermitente”. Si bien cuando recién se está enseñando la conducta que se desea formar se le da, de manera sistemática, la gratificación a cada respuesta correcta y poco a poco se le va a ir retirando el refuerzo primario y dando el refuerzo secundario y ya se ha llegado al punto en que se puede trabajar una serie de ejercicios sin dar premio, no hay que olvidar que, cuando ya se ha alcanzado un nivel óptimo, y el perro está realizando el comportamiento correcto se puede dar, ocasionalmente, una recompensa (pedazo de galleta, juguete, caricia, etc.) esto siempre de manera aleatoria, con la finalidad de lograr mantenerlo motivado ya que él no sabe cuando va a ser premiado y lo repetirá todo el tiempo con entusiasmo.

Existe algo más que debe tener muy en cuenta y esto es que cuando el perro ha aprendido una conducta determinada y que por ello obtiene una gratificación, esto hace que en él se establezca un comportamiento de base, algo que ya es parte de su rutina y podemos encontrarnos con el inconveniente que si encuentra otra situación que le resulte más atractiva, es probable que opte por esta otra ya que implica una novedad o más estímulo. Cuando el perro tiene la posibilidad de obedecer o no a una orden dada por nosotros y le sea más atractivo el realizar otra cosa, puede ser que lo que esté fallando sea el refuerzo intermitente. Hagamos que él no sepa cuando va a ser premiado para mantener el deseo de recibirlo, esto, asociado con el liderazgo que mantenemos adecuadamente sobre él pueden ser suficientes para un buen desempeño por parte del perro.

Dentro de los refuerzos, contamos también con los refuerzos negativos (es importante no confundirlos con castigos) y si bien los positivos son los que proporcionan una satisfacción de manera directa, los negativos serán los que obtiene el perro cuando evita una situación desagradable. Por ejemplo: el perro que insiste en salir corriendo cada vez que abren la puerta y lo que obtiene como respuesta es que lo regañen y lo regresen sin permitirle salir hasta que termina por quedarse quieto y con ello suspende el refuerzo negativo.

Recordemos que lo que se busca al utilizar técnicas con base en recompensas es que se logren crear y establecer nuevos comportamientos así que es importante que estas gratificaciones se den al final de la realización del comportamiento correcto ya que si reforzamos de forma adelantada se bloquea la adquisición de la secuencia. Ejemplo: si quiere que su perro aprenda a echarse, prémielo hasta que esté en la posición correcta, no cuando se vaya echando. Otro ejemplo: Si quiere enseñar a su perro a recibirlo sin brincar, habrá que premiarlo cuando ya se haya sentado frente a usted y no para que deje de brincarle.

Dentro de las técnicas de condicionamiento existe el concepto del castigo. La idea de educar, adiestrar y convivir con su perro basados en refuerzos positivos y negativos pueden ser los más recomendables sin embargo, sabemos que el castigo es un elemento más y es utilizado frecuentemente por dueños y adiestradores. El castigo, a fin de cuentas, es una opción más en las técnicas usadas y tiene también reglas muy precisas, si deseamos que sea “eficaz” y no que sólo sea capaz de provocar stress, angustia o peor aún dolor sin entender porqué fue lastimado.

Empecemos por hacer notar que muchas veces sucede que los dueños castigan a sus perros como si lo estuvieran haciendo con un niño y optan por castigos como dejarlo en un cuarto a oscuras, no hablarle en varios días, meterlo al auto, no darle su galleta o golosina diaria siendo que probablemente ninguna de esas cosas el perro lo relacione con estar recibiendo un castigo.

Así que la primera regla sería que el castigo debe ser un estímulo realmente negativo, razón por la cual mucha gente utiliza una estimulación que pueda provocar dolor. Este es un tema que debe tratarse con pinzas, debemos ser muy cuidadosos en la aplicación de un correctivo que le infrinja dolor al perro y si bien por ejemplo cuando el perro hace el intento de morder a su dueño lo que recibe como respuesta puede ser un ligero golpe en la nariz (la cual es muy sensible), sentirá molestia, incluso dolor pero no le habremos causado un daño severo ni mucho menos y si le hicimos sentir con ese malestar que su conducta no fue la correcta, ahora que si al castigo le asocia usted un regaño, recuerde que funciona como refuerzo negativo y es probable que haya quedado bastante claro el mensaje para que no se repita esa conducta.

Otra regla al aplicar un castigo es que debe ser simultáneo, debe aplicarse en el momento de la ejecución de la conducta no deseada. Si se le castiga tiempo después de que cometió la acción equivocada, el castigo resulta ineficaz, no sirve o bien puede provocar que se presenten estados de angustia, ansiedad o stress. En los perros, para que el castigo surta efecto debe darse en la fase inicial, lo que se busca es inhibir que se consume una acción no deseada.

Una regla más a observar en la aplicación de un castigo es la de permanencia ya que el aprendizaje que se da con base a castigos no se mantiene a menos que el castigo permanezca potencialmente presente. Esta regla prácticamente nos lleva de la mano a la decisión de no educar o adiestrar a un perro con castigos ya que para que siga haciendo lo que se le ordena debe tener la amenaza constante de ser lastimado.

Yo anotaría aquí una observación más de porqué no trabajar al perro con castigos: Si bien un cachorro puede someterse por su edad, recuerde que ese perro va a crecer y madurar y puede, siendo ya un adulto, manifestar un carácter dominante y decidir que no soportará sin dar respuesta a algo que le provoca dolor. También recordemos que también existe la agresión por miedo o dolor, así que aún cuando no sea un perro “bravo”, ante el dolor que sabe que va a experimentar tenga como única opción el morder. Como verá ahí tenemos varias razones para dejar de lado el castigo como “técnica educativa”.

Todos hemos oído o utilizado la palabra “desensibilización” y concretamente lo que se busca con ella es lograr la disminución de una reacción a un estímulo determinado. Como ya lo hemos comentado, se premia lo que se desea reforzar así que si el perro presenta una reacción no deseada, la idea de tranquilizar o tratar de regresarlo al equilibrio con caricias o comida solo hará que se mantenga, e incluso se agrave, este comportamiento. En este caso, lo que sí podemos hacer es realizar aproximaciones sucesivas, o sea, ir aplicando el estímulo que causa alteraciones, pero con una intensidad creciente, iniciando con un nivel bajo que se podrá ir aumentando conforme se vaya obteniendo una buena respuesta por parte del perro. Es fundamental el no pasar a un nivel más fuerte hasta que el perro no se muestre indiferente al estímulo en la intensidad que se le está dando. Y es muy conveniente que tampoco sea siempre la misma persona quien lo acompañe en el trabajo de dichos estímulos, ya que se puede crear apego y con ello obtener falsos resultados.

Esta técnica puede funcionar muy bien con estímulos que son controlables y que pueden irse graduando en su intensidad, por ejemplo cuando presentan problemas de comportamiento ante el ruido de un aparato eléctrico, la fobia al agua, etc. y también en el caso de perros que no tuvieron mucho contacto con estímulos en sus primeros meses de vida. Es importante que si su perro muestra este tipo de conducta, sea el veterinario quien ayude a diagnosticar este síndrome de hipoestimulación, ya que puede presentar en su cuadro clínico aspectos diferentes. Respecto a la falta de estimulación podemos pensar desde la separación temprana del cachorro y su madre o hermanos de camada, hasta el haber sido mantenido lejos de ruidos, olores, especies diferentes, otros perros, etc.

En el caso de los perros que le temen a las tormentas, la técnica de desensibilización no puede ser aplicada dado que son estímulos que no pueden ser controlados para presentarlos paulatinamente. Lo que sí se puede hacer en este caso es trabajar con el perro la técnica de contra-condicionamiento apoyado probablemente con la administración de medicamentos por parte de su Veterinario.

En el contra –condicionamiento lo que se pretende es presentarle al perro algo que lo motive al grado de lograr suprimir una reacción que le provocaba un estímulo ante el cual esta sensibilizado. En este caso, se busca que el perro esté realizando algo que le produce mucha satisfacción, por ejemplo jugar y mantener esta actividad el tiempo suficiente para que esté completamente dentro de esta actividad y de pronto se da el estímulo sensibilizante pero sin interrumpir el juego, aquí podemos incluso intensificar el nivel del juego para atraer aún más su atención.

Debemos tomar en cuenta dos reglas importantes: La primera es no aplicar el estímulo antes de que el perro esté realmente inmerso en el juego ya que no solo no se lograría el objetivo deseado sino que podemos correr el riesgo de que ahora, además asocie la actividad agradable con la aparición del estímulo que le causa alteración y de esta forma no sólo no lo estaríamos ayudando sino que le estaríamos creando un nuevo problema con una actividad que le era altamente satisfactoria.

Dada la posibilidad de que se cometa este error en el contra-condicionamiento es que no se recomienda utilizar comida para trabajar al perro, ya que podría ocasionarse una desorganización del comportamiento del perro con respecto a los alimentos.

La segunda regla que hay que tener en cuenta con el contra-condicionamiento, es que no debe quedarse mirando al perro de manera insistente cuando se le ha presentado el estímulo que lo sensibiliza. Como sabemos, el perro es experto en leer el lenguaje corporal y con el simple hecho de quedársele viendo lo podría alertar a lo que quería que pasara desapercibido. Al presentar el estímulo debe continuar con la misma actitud, como si nada hubiera ocurrido incluso intentar intensificar el juego, animándolo a continuar con la actividad que le gusta.

En ocasiones se puede mezclar esta técnica con la de desensibilización, ya que dentro del juego se puede repetir y graduar el estímulo con base en la disposición que muestra el perro. Recuerde que es muy importante darle el tiempo necesario para que muestre una actitud indiferente al estímulo en esa intensidad antes de intentar pasar a la siguiente.

Ya había mencionado anteriormente la técnica de Extinción, permítame ampliar un poco el concepto por la importancia que tiene: como su nombre lo indica, se busca eliminar una conducta no deseada y se pretende llevarlo a cabo dejando de premiarlo o dejando de tener conductas que el perro puede considerar como gratificaciones. Podemos enumerar algunos de los ejemplos más comunes: el perro que no para de ladrar para llamar la atención y que los propietarios tratan de callarlo ¡acariciándolo!; otro más: cuando llega uno a casa y el perro brinca encima llegando incluso puede tirar a la persona y el dueño lo que hace es llamarlo cariñosamente y lo acaricia para que lo deje de hacer… ¡sí, como no! Otro: el perro que le ladra a todo mundo en la calle y el dueño le acaricia o lo rodea con las manos tratando de calmarlo. Recordemos que si deseamos que algo se grabe en la conducta del perro hay que gratificarlo y si deseamos que no se repita lo que debemos hacer es suprimir la recompensa.

La misma técnica de extinción puede aplicarse a algo que inhibe un comportamiento que queremos que el perro adquiera. Pongamos el ejemplo del perro que cuando se acercaba a las personas, sistemáticamente era castigado y que ahora muestra, obviamente, resistencia a aproximarse. Sería ahora con la técnica de extinción, que se le demostraría que dicho castigo ha desaparecido.

Es importante solicitar la ayuda del Veterinario, si fuera necesario, para determinar si los comportamientos no deseables corresponden –o no- a un ritual, ya que en este caso, la técnica de extinción no es recomendable. Los rituales deben ser considerados como una forma de comunicación muy importante en la vida del perro y si se está tratando de suprimir un ritual debemos estar conscientes que habrá de establecerse uno nuevo o corregir las situaciones que propiciaban que se diera esta confusión. Por ejem.: el perro que le recibe brincado por encima, quizá no corresponde a un comportamiento no deseado. Puede ser simplemente que esté manejando el ritual de saludarle de esa forma para marcar su dominio sobre usted. No es con extinción que se resolverá esto, sino que al detectarlo como ritual, podremos establecer un nuevo ritual donde usted sea quien marque la forma en que él debe recibirlo, o bien habrá que revisar el manejo que se le ha dado para permitir que el perro se confundiera ante esta situación.

Como hemos visto, muchas de las técnicas que se mencionan aplican no sólo al adiestramiento sino a la convivencia diaria con nuestros ejemplares. El trato diario que se tiene con el perro, al establecerlo de manera constante, clara y con bases sólidas redundará en beneficios para ambas partes.

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